jueves, 29 de noviembre de 2007

Noticia de una mujer coherente






Acabo de leer esta noticia y pienso que es un gesto valiente dar este paso.

Una senadora del PSC deja la política por la ley de matrimonios gays del PSOE

Barcelona. (EUROPA PRESS).- La senadora socialista por Barcelona Mercedes Aroz ha comunicado su retirada de la política al finalizar la legislatura por discrepancias con la dirección del PSOE a raíz de la aprobación de leyes como el matrimonio homosexual, que a su juicio "chocan frontalmente con la ética cristiana".

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Aroz explicó que ha comunicado su decisión al PSC, partido en el que seguirá militando. Aun así, dejará su escaño, que ocupa con el mayor número de votos de la historia del Senado (1.602.225 en la última legislatura, el 53,67%).

Aroz -que fue cofundadora del PSC- anunció su "conversión" al cristianismo, tras varias décadas de ideología marxista, en un proceso de transformación personal que ha durado "varios años" y que ha culminado en su "plena integración como miembro de la Iglesia Católica".

"Mi actual compromiso cristiano me ha llevado a discrepar con determinadas leyes del Gobierno que chocan frontalmente con la ética cristiana, como la regulación dada a la unión homosexual o la investigación con embriones, y que en conciencia no he podido apoyar. En consecuencia se imponía la decisión que he tomado", afirmó.

"He querido hacer pública mi conversión para subrayar la convicción de la Iglesia Católica de que el cristianismo tiene mucho que decir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, porque hay algo más que la razón y la ciencia. A través de la fe cristiana se alcanza a comprender plenamente la propia identidad como ser humano y el sentido de la vida", indicó.

Según Aroz, "la libertad religiosa reclama el respeto y un reconocimiento positivo del hecho religioso, frente a un intento de imponer el laicismo" por parte del Estado, a la vez que reclama a éste que ponga las bases para facilitar "la educación religiosa en la escuela". Aroz pone fin así a una larga etapa de militancia activa a lo largo de 32 años en el partido socialista, en el que ha ejercido numerosas responsabilidades orgánicas y públicas, entre ellas y durante 21 años, la de diputada y senadora en el Parlamento español.

La aún senadora fue cofundadora del PSC en el año 1978, desde la Federación Catalana del PSOE y como miembro de la comisión que elaboró las bases de la unidad de los tres partidos socialistas catalanes existentes en aquel momento: PSOE, PSC (C) y PSC (R).

Se afilió al PSOE en 1976, proveniente de la Liga Comunista Revolucionaria, y en el PSC formó parte de su dirección política durante 18 años, así como del Comité Federal del PSOE. En 1986 fue elegida diputada por Barcelona a las Cortes.

Diputada en el Congreso durante cuatro legislaturas, fue portavoz de Economía del Grupo Socialista, y adjunta a la Secretaría General en la Dirección presidida por Felipe González y Joaquín Almunia como portavoz, y posteriormente como presidente.

Senadora electa por Barcelona en las dos últimas legislaturas por la coalición Entesa Catalana de Progrés (PSC, ERC, ICV-EUiA), obtuvo 1.602.225 votos en la última legislatura, el 53,67%. En la actualidad es la portavoz de Economía y Presupuestos de su grupo parlamentario.

Las mujeres y la mujer


No es noticia, pero la opinión -pues de una opinión se trata- en esta cuestión sigue estando vigente.

Jaime Nubiola(jnubiola@unav.es)
La reciente aprobación por unanimidad de la ley de protección integral contra la llamada "violencia de género" es un motivo de enhorabuena para todos, varones y mujeres. El objeto de la ley es actuar contra la violencia que tantos hombres ejercen contra mujeres a las que están —o han estado— ligados por relaciones familiares o afectivas. La imagen de nuestros parlamentarios en pie aplaudiendo unánimemente la aprobación de esa ley es un síntoma de que algo está cambiando en nuestro país, de que está creciendo la sensibilidad contra la explotación de las mujeres por parte de los varones, que degrada tanto a las unas como a los otros.
En la exposición de motivos de esta nueva ley se identifica la violencia de género como el "símbolo más brutal" de la desigualdad existente en nuestra sociedad: "se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión". Pocas líneas más abajo de esa misma exposición se explica que "la violencia sobre la mujer se presenta como un auténtico síndrome, en su sentido de conjunto de fenómenos que caracterizan una situación, que incluye todas aquellas agresiones sufridas por la mujer como consecuencia de los condicionamientos socioculturales". El hecho de que en el texto de la ley se hable en unos lugares de "la mujer" (por ejemplo, se crean los juzgados de violencia sobre la mujer) y en muchos otros de "las mujeres", me ha hecho pensar que nuestros legisladores no han caído en la cuenta de la diferencia radical que existe entre las mujeres y la mujer: las primeras merecen —todas y cada una singularmente— todo el respeto del mundo, mientras que "la mujer" es un concepto que evoluciona históricamente y que necesita urgentemente una reconstrucción o —como ahora se dice— una renovación en profundidad.
Me parece que fue leyendo el libro sobre cine y feminismo "Alicia ya no" de Teresa de Lauretis cuando advertí por primera vez este contraste tan obvio entre el concepto y las personas. Ocurre muchas veces que las cosas más importantes no las vemos porque las tenemos siempre delante de los ojos. "Con 'la mujer' —explicaba esta escritora— hago referencia a una construcción ficticia, a un destilado de los discursos, diversos pero coherentes que dominan las culturas occidentales. Con 'mujeres', por el contrario, quiero referirme a los seres históricos reales que, a pesar de no poder ser definidos al margen de esas formaciones discursivas, poseen, no obstante, una evidente existencia material. La relación entre las mujeres en cuanto sujetos históricos y el concepto de mujer tal y como resulta de los discursos hegemónicos no es ni una relación de identidad directa, una correspondencia biunívoca, ni una relación de simple implicación. Como muchas otras relaciones que encuentran su expresión en el lenguaje, es arbitraria y simbólica, es decir, culturalmente establecida".
La relación entre los individuos singulares y las ideas vigentes en el discurso contemporáneo sobre "la mujer" encierra toda la problemática del estatuto epistemológico de un discurso pretendidamente universal. ¿Cómo es posible luchar en contra de la opresión de las mujeres si la propia noción de 'mujer' esta construida social e históricamente? Tanto los movimientos feministas más radicales como quienes defienden la complementariedad de varones y mujeres han detectado esta tensión entre las construcciones ideológicas y las personas reales. Los varones y las mujeres de principio del siglo XXI no podemos entendernos a nosotros mismos al margen de estas tradiciones, pero sí podemos —¡debemos!— intentar ganar una más clara visión mediante una mejor comprensión de nuestros recursos significativos.
La teoría causal de la referencia, propuesta originalmente por Ruth Barcan y Saul Kripke a principios de los setenta, ofrece una luminosa perspectiva para enfocar los problemas que encierra un término como "mujer". El profesor de Harvard Hilary Putnam mostró que el uso de nombres de clases naturales como "tigre" u "olmo" está asociado con un estereotipo que viene a corresponder al individuo normal de esa clase. Un estereotipo es la descripción convencional de los rasgos típicos que una comunidad lingüística asigna a una determinada especie o clase de individuos. Con la calificación de esa descripción como convencional quiere señalarse que los rasgos estereotípicos no pertenecen necesariamente a la esencia y que los que emplean esos términos significativamente no siempre son capaces de identificar con exactitud los objetos a que se refieren. Ni un tigre albino, y por tanto sin rayas, es una contradicción, aunque en el estereotipo del término "tigre" esté el ser un felino con rayas, ni tengo que ser capaz de reconocer un olmo y saber distinguirlo de un haya para poder usar significativamente el término "olmo", pues basta con que me remita al uso de los jardineros o los botánicos.
La aplicación de esta teoría a los términos "varón" o "mujer" puede proporcionar una mejor comprensión de su uso en nuestra cultura. La clave se encuentra en advertir que esos términos no ofrecen un acceso privilegiado a la masculinidad o la feminidad. Una comunidad lingüística requiere que quien utilice significativamente los términos "varón" y "mujer" conozca los estereotipos a ellos asociados en esa comunidad, sea, por ejemplo, que el varón suele ser más fuerte o más violento que la mujer, pero esto no significa afortunadamente que sea una verdad necesaria de los varones el que sean más fuertes o violentos que las mujeres o que un varón débil o pacífico sea una contradicción. Con esto, lo que desde la teoría causal de la referencia se está afirmando es que los estereotipos que se asignan a términos como "varón" o "mujer" no consisten en una descripción de lo que realmente es ser varón o ser mujer, sino que se trata de descripciones relativas, compuestas de los rasgos contingentes empleados ordinariamente para la identificación de los miembros normales de su clase. Estos rasgos contingentes de "varón" y de "mujer" son los que debemos urgentemente cambiar, pues están detrás de mucha de la violencia de género, que se expresa de forma brutal en aquel terrible proverbio: "Cuando llegues a casa, pégale a tu mujer; si tú no sabes por qué, ella sí lo sabrá".
En este sentido, resulta muy ilustrativo reconocer que el estereotipo asociado en nuestra imaginación social con el término "mujer" es un objeto social y cultural que requiere una urgente renovación para eliminar de él todos los rasgos degradantes de explotación sistemática heredados del machismo ancestral. La confusión entre las mujeres y la mujer que aparece en la nueva ley muestra que nuestro Parlamento no sólo está intentando eliminar las agresiones contra las mujeres, sino además cambiar la mentalidad en nuestro país acerca de la mujer, y por ambos motivos podemos estar todos de enhorabuena.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Familias numerosas.

Solteros con dos hijos, familia numerosa; casados con dos hijos, no
(ForumLibertas.com, 2007-11-23)


Entidades familiares señalan el agravio comparativo: “parece que se premia la ruptura”

Nuevo golpe de efecto en el Congreso ‘contra’ las familias numerosas: la aprobación de una enmienda a los Presupuestos de IU-ICV, pactada con el PSOE, que desdibuja la figura de los matrimonios con tres o más hijos y otorga a las familias monoparentales con dos niños los mismos beneficios de que gozan las numerosas.

A partir de 2008, solteros, separados o divorciados que tengan dos hijos a cargo tendrán la misma consideración y ayudas a las que puede optar una familia numerosa, o sea la formada por una pareja o matrimonio con tres o más hijos. Podrán solicitar ayudas, becas y todas las subvenciones que la Administración prevé para este colectivo.

La noticia ha puesto en pie de guerra a las asociaciones y organizaciones que defienden los derechos de las familias numerosas. Consideran que una cosa son las políticas familiares y otra muy distinta medidas de asistencia social a personas con hijos en situación crítica tras una separación.

“Familias de primera y de segunda”

Esta decisión “discrimina a casi tres millones de parejas con dos niños, 2.916.000 familias, que representan al 21 por ciento de los hogares, a los que impide esta consideración”, por lo que se está falsificando y prostituyendo el concepto de familia numerosa”, considera el Instituto de Política Familiar (IPF).

El presidente del IPF, Eduardo Hertfelder, que pidió la “rectificación inmediata” de la enmienda, opina que ésta “genera familias de ‘primera’ clase y familias de ‘segunda’”.

También cree Hertfelder que, además, la decisión tomada en el Congreso de los Diputados “va a provocar situaciones de injusticias para numerosos colectivos familiares con necesidades especiales, como familias con dos hijos mellizos o gemelos, familias con dos niños adoptados o familias con personas mayores a su cargo”.

Para el IPF “es incoherente asimilar las familias monoparentales, que tienen tres miembros, con las numerosas, ya que muchas de las medidas destinadas a ellas se basan en sus necesidades especiales”, como ocurre, por ejemplo, con la reducción en el impuesto de matriculación del 50% para monovolúmenes o coches grandes, o con el derecho a Viviendas de Protección Oficial mayores de 90 metros cuadrados.

“No es razonable”

Al mismo tiempo, el presidente del Foro Español de la Familia, Benigno Blanco, cree que las políticas de apoyo a las familias numerosas “se basan en el número de hijos que tiene una familia, lo que merece ayudas”, mientras que la “situación especial de una madre o padre solteros con dos hijos, que también requiere ayudas”, no debe considerarse “familia numerosa”.

Blanco opina que “no es razonable que si se considera numerosa a una familia cuando tiene tres hijos, a personas solteras o separadas se les incluya en las ayudas a las familias numerosas a partir de sólo dos hijos”. De esa forma “se pierde el concepto de familia numerosa”.

Por otra parte, la Federación Española de Familias Numerosas (FEFN) denuncia que esta medida hace que se desvirtúe el concepto que las agrupa, definido hasta ahora por el número de hijos.

“También pueden sentirse discriminadas las familias con un hijo que vivan en el medio rural, donde sus hijos tienen muchas menos oportunidades”, argumenta Eva Holgado, presidenta de la FEFN, quien cree que si la intención es evitar una supuesta discriminación, no parece que vaya a dar resultado.

Institución socialmente valiosa

Las ayudas al matrimonio y la familia por parte del Gobierno deberían estar basadas en el hecho de que se trata de una institución valiosa para la sociedad en su conjunto, argumentan las asociaciones críticas con la decisión del Congreso.

Este hecho no implica una desatención de las familias monoparentales. Deben recibir asistencia, sí, pero en el marco de las políticas de ayuda social, no en el de las ayudas a la familia numerosa. Si llaman familia numerosa a todo, entonces nada es realmente familia numerosa.

“Las familias monoparentales, así como otras con situaciones especiales, tienen unas necesidades específicas y las administraciones públicas deben tenerlas en cuenta, pero para adoptar medidas específicas para ellas, no incluirlas en medidas destinadas a otros fines”, aseguró el presidente del IPF.

Además, estas organizaciones consideran que, dando prioridad en las ayudas a las familias monoparentales con dos hijos, parece que se está premiando la ruptura o la monoparentalidad. Lo idóneo es que cada niño tenga padre y madre.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Historia del sufragio femenino en Argentina

A comienzos del siglo XX, el modelo femenino en la Argentina estaba cambiando. Las mujeres, aún aquellas que tenían su ámbito de desarrollo en el seno del hogar, aprendieron de los hombres y de las noticias que les llegaban desde Europa y Estados Unidos, que ellas también tenían derechos.
Para la legislación de esos años, las mujeres no tenían presencia cívica, pasaban a depender de su padre o de su esposo.
A partir del año 1919, distintos diputados comenzaron a presentar proyectos de ley para establecer el voto femenino obligatorio. Pero todos estos chocaban constantemente contra los mismos prejuicios, que colocaban a la mujer en una situación de reiterada duda con respecto a su capacidad y madurez para hacer uso de ese derecho.
En el año 1927, en la provincia de San Juan, el entonces gobernador Federico Cantoni sancionó la nueva carta orgánica de la provincia, que, entre otros hechos, extendía el voto a las mujeres.
Según el nuevo texto, las mujeres no sólo tenían derecho a votar a ser elegidas para desempeñar cargos públicos. En abril de 1928, tuvieron ocasión de estrenar sus libretas cívicas y dieron una sorpresa: votó el 97 por ciento de las inscriptas, frente al 90 por ciento de los varones. Además, una mujer -Emilia Collado- fue elegida intendente de Calingasta y otra, Ema Acosta, diputada.
Pero en diciembre de ese año, el Gobernador fue depuesto, la ley se derogada y las mujeres eliminadas del padrón electoral.
En el año 1945, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, el coronel Perón encaró una política dirigida a las mujeres. En ese sentido, creó la División de Trabajo y Asistencia a la Mujer.
Se reflotó la cuestión del sufragio femenino. El 26 de julio de 1945, en un acto celebrado en el Congreso, Perón explicitó su apoyo a la iniciativa. Se formó entonces la Comisión Pro Sufragio Femenino.
En 1946, Eva Duarte de Perón pasó a prescindir esta Comisión, y comenzó a presionar para que se sancione la ley, y emprendió una campaña para cumplimentar el objetivo, con los legisladores, con las delegaciones que la visitaban, con las mujeres nucleadas en los centros cívicos, a través de la radio y de la prensa. El mensaje de Evita iba dirigido a un conglomerado femenino amplio y las mujeres lo internalizaron y pasaron a desempeñar un papel activo.
Se realizaron mitines, se publicaron manifiestos y grupos de obreras salieron a las calles a pegar carteles reclamando la aprobación de la ley. Centros e instituciones femeninas emitieron declaraciones de adhesión. Evita fue reconocida por las mujeres como su portavoz natural.
El 9 de setiembre de 1947, con los palcos del Congreso repletos de mujeres, se logró la sanción de la Ley N° 13.010, que se promulgó el 23 de setiembre del mismo año. El 11 de noviembre de 1951, las mujeres argentinas emitieron por primera vez su voto. Votaron 3.816.654 mujeres. El 63,9% lo hizo por el Partido Peronista, el 30,8% por la Unión Cívica Radical. A su vez, el Partido Peronista fue el único de ambos que llevó mujeres a sus listas. En 1952, 23 diputadas y 6 senadoras ocuparon sus bancas.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Una feminista habla del velo en La Vanguardia

Amelia Valcarcel: "Si una niña no va a la escuela a causa del velo, se podría retirar la tutela"

Filósofa de lengua afilada y voz envolvente, Amelia Valcárcel (1950), referente incontestable del feminismo español, es desde el 2006 la segunda mujer miembro del Consejo de Estado. Catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED, casada con un filósofo y madre de filósofa, es también patrona del Museo del Prado. Desde que irrumpiera con su tesis sobre El derecho al mal (1980), ha escrito títulos como Hegel y la ética, Sexo y filosofía, Del miedo a la igualdad, Ética para un mundo global o el último, Hablemos de Dios, junto a Victòria Camps. Dice agradecer haber nacido en un mundo cambiante y sentirse coprotagonista de los cambios: “Han costado, pero, como decían las sufragistas al ser detenidas o golpeadas... no lo sintáis, si en el fondo lo estamos pasando muy bien”, ríe.



Persépolis, la película basada en un cómic sobre el papel de la mujer en Irán que se estrena ahora, y nuevos incidentes registrados en centros escolares reabren el debate sobre el velo. La feminista y filósofa Amelia Valcárcel aporta sus puntos de vista sobre éste y otros frentes de la lucha por los derechos de las mujeres.
El consejo escolar de una escuela catalana decidió recientemente que una niña no debía llevar el velo y, ante el conflicto con los padres, el Govern lo corrigió: ante todo, la escolarización, dijo.

A veces creemos estar haciéndolo muybien y nos estamos equivocando de plano. Creo que la escuela había tomado una buena decisión y que fue corregida por alguien invocando un derecho a la educación que no se puede invocar en este caso, porque la educación es un deber. Por lo tanto, no pueden decir que prefieren que se eduque con la pañoleta a que no se eduque, porque se tiene que educar en todo caso, con pañoleta o sin pañoleta. De eso no se puede abdicar.

¿Entonces?

Los padres tienen la obligación de educar porque, de lo contrario, incluso se les puede retirar la tutela.

¿Les retiramos la tutela a todos los que no quieren quitar el velo a sus hijas en la escuela?
Eso no ocurriría. Basta con hacer una instrucción, como otros países que ya se toman en serio la prohibición de cierto tipo de signos en los lugares públicos, y no venir aquí a inventar tolerancias que no lo son. Pedir tolerancia para una práctica que supone minorización es un anacronismo. No se puede pedir que sea tolerada una conducta que tuvo que ser abolida para que existiera la libertad individual.

¿Y qué piensa de la opinión de que el velo es cultura?

Si es un signo religioso, no debe estar presente en determinados lugares porque es manifiestamente incompatible con el suelo común de convivencia, y si es cultural y no religioso, lo que es dudoso, significa que las mujeres tienen obligaciones de decencia especiales. Ambos casos nos llevan al mismo lugar.

¿Esas obligaciones de decencia se les han olvidado a quienes nos recuerdan que también aquí las mujeres llevaban mantilla... y no pasaba nada?

No pasaba nada entonces, pero si ahora nos dijeran que nos pusiéramos mantilla y teja a todas horas, a ver si nos la poníamos. También se esgrime que otras niñas van al colegio enseñando las bragas por encima del pantalón. O que llevan piercing.

Hay personas que tienen una capacidad limitada de sentido histórico.

Ahí la antropología enseña bastante. Si alguien cree realmente que se pueden comparar la talla 38, el piercing y la pañoleta, debería informase sobre la historia de las religiones, de las culturas, el cubrimiento de las mujeres y su permisión en el ámbito público. Puede empezar por el Código de Hammurabi y se lo pasará muy bien.

Pero la prohibición ha llevado a las jóvenes musulmanas a calzarse aún más el velo en Europa.

La utilización política del velo ya se da sin prohibir nada. Lo que hay que analizar son los casos de personas con cierta debilidad social, de comunidades que se retiran en sí mismas porque no encuentran asidero fuera. Otra cosa añadida es que, de paso, el imán del barrio sabe de lo que se trata y se convierte en consejero de estos asuntos. Y otra aún peor es la existencia de entidades reactivas, como sucede en lugares de Europa y no descartemos el nuestro. Hay gente expeditiva que dice: “Si vienen, que hagan lo que hacemos aquí, y si no, que no vengan, porque nadie les ha mandado venir”. Creo que se puede afinar más, porque eso puede ser también una gran falta de atención y de compasión. Pero nunca hasta el punto de, en plan papanatas, creer que por el hecho de que lo hace alguien de fuera hay que tolerarlo para no ser llamado xenófobo. Eso es una actitud progre. Y hay progres en las derechas y en las izquierdas.

Cambiando de asunto, la ley de Igualdad llega a las empresas con normas no vinculantes. ¿Forma parte de una moral retórica sin posibilidad de penalizar?

Es una ley muy buena, pero, para provocar un consenso mayor, no es decididamente imperativa en algunos casos en los que recomienda. Las empresas también han de atender a eso porque es estúpido desperdiciar la cantidad de talento femenino que se desperdicia.

¿Qué nos lleva a parte de las mujeres a ofendernos porque se nos aplica un criterio de paridad o de discriminación positiva?

Nuestro sentido de la justicia. Creemos valer por nosotras mismas y no necesitar que nadie nos haga favores especiales. Es verdad la primera parte, son muchas las mujeres valiosas y no necesitan favores especiales, simplemente que les sean retirados los obstáculos especiales que sí tienen. Y eso es lo que la ley hace: no te da lo que no tienes, te quita lo que te impide progresar. Las mujeres tienen ahora más habilidades meritocráticas que los varones por término medio. Es la primera vez que ocurre, y lo lógico es que mujeres y varones obtengan resultados parecidos.

Parte de la sociedad española considera que tenemos pendiente aceptar la prostitución.
No es un sentimiento para nada mayoritario. Es muy fácil: pregúntese a todos los varones, incluso a aquellos que frecuentan, si quieren que su madre, sus hermanas o sus hijas se dediquen a esto. La mayor parte de las mujeres que se prostituyen han sido compradas y vendidas por redes de tráfico. No creo que haya nadie en su sano juicio que diga que eso es tolerable. Y en un mundo ideal, que no existe, en el que una mujer se prostituyera porque fuera prácticamente ninfómana y le apeteciera mucho, comprar sexo tampoco sería deseable, porque no es una buena forma de relación entre sexos. Al sexo, al afecto, como a todo, hay que dedicarle un pequeño esfuerzo.

Nadie ha hablado de violencia sexista en la agresión a una niña ecuatoriana en un tren barcelonés. ¿No la hay cuando no hay relación entre víctima y verdugo?
Ésta es otra: hablamos de que hay violencia de género cuando ésta se produce en el seno de la pareja o personas que han sido pareja. Y es evidente que la violencia contra las mujeres abarca mucho más.

Fuente: La Vanguardia

Domingo 4 noviembre 2007

Identidad femenina


MUJER SIN LÍMITE: No pierdas tu identidadMaría MarínEspecial para Vida y Estilo05 de noviembre de 2007Mi cita con la diseñadora de mi página web, Denise, terminó convirtiéndose en una sesión de consejería prematrimonial.
Ella y su novio tocaron los temas importantes antes de fijar la fecha: finanzas, cuántos hijos quieren, dónde van a vivir y cómo apellidarse.
Resulta que Denise es hija única y su apellido, Lapetina, es muy particular. Le preocupa que al casarse se extinga, por eso, no desea adoptar el apellido de él, porque piensa que perdería su identidad.
Ella está establecida en su carrera y piensa que un cambio le pueda afectar.
Le propuso a su prometido algo poco usual: "Quiero que nuestros futuros hijos se apelliden Lapetina, para preservar mi línea familiar".
Muchas al casarse, además de perder su apellido, se alejan de sus amigas, abandonan sus pasatiempos y se olvidan de sus sueños para sumergirse en la vida de su pareja.
Las relaciones exitosas son equitativas, donde todos los puntos de vista son escuchados y considerados.
En las relaciones sentimentales hay que negociar, como dice mi papá: hay que saber cuándo agarrar y cuándo soltar. Las mujeres somos más dadas a ceder, queremos complacer y facilitar las cosas.
Ceder no está mal, siempre que no seas tú la única en hacerlo.
El matrimonio requiere esfuerzo y sacrificio.
Habrá muchas veces que tendrás que ceder, siempre y cuando él ceda también. No puedes perder tu identidad en una relación, tus necesidades y metas tienen que ser expresadas y respetadas.
Recuerdo cuando conocí a mi esposo, él me introdujo a la pesca, su pasatiempo favorito.
Aunque a mí me aburre este deporte, de vez en cuando lo acompaño. A cambio, él me acompaña a ir de compras, algo que odia más de lo que yo detesto la pesca.
Al encontrar un punto medio aprendimos a celebrar nuestras diferencias y a mantener nuestras identidades intactas.
Él se nutre de mis experiencias y gustos distintos y yo de los suyos.
¿Consideras tus exigencias importantes y le das prioridad a tus necesidades en tu relación?
Si tu respuesta es afirmativa, entonces no has perdido ni perderás tu identidad en tu matrimonio, no importa que cambies tu nombre entero.
Denise decidió que socialmente no le importará ser la señora Pérez, pero su firma conservará su nombre paterno, seguido del de su futuro esposo: Denise Lapetina Pérez.
En el caso de los futuros hijos, su novio no estuvo de acuerdo con que los niños llevaran el nombre de ella primero, pero concedió a que los chiquillos tengan ambos apellidos unidos con un guión: Pérez-Lapetina.
¡Así ambos están representados!

jueves, 1 de noviembre de 2007

Una intromisión en la libertad de enseñanza

Transcribo un artículo publicado en Aceprensa



¿Educación para la Ciudadanía o ingeniería social?

La polémica asignatura obligatoria de Educación para la Ciudadanía, creada por la última reforma educativa española, se presenta como una enseñanza neutral de un mínimo común ético. Pero los críticos advierten que esa ética responde a una visión del hombre sesgada e incompleta. María Lacalle Noriega, profesora de Derecho Civil en la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid), lo señala en una conferencia recogida en una publicación de su Universidad (“¿Educación para Ciudadanía o Ingeniería Social?”). Ofrecemos un resumen.

Firmado por María Lacalle Noriega
Fecha: 31 Octubre 2007

El artículo 27 de la Constitución española, en su párrafo primero, reconoce la libertad de enseñanza. Además, en el párrafo tercero establece que “los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.

Sin embargo, en los textos que regulan la asignatura se habla de “las obligaciones del Estado en la formación de todos los ciudadanos y ciudadanas en valores y virtudes cívicas” (1). Y, un poco más adelante, leemos: “Para lograrlo, es imprescindible hacer de los centros y de las aulas (…) espacios (…) que ayuden a los alumnos y alumnas a construirse una conciencia moral y cívica acorde con las sociedades democráticas, plurales, complejas y cambiantes en las que vivimos”. ¿De dónde sale esa supuesta obligación del Estado? ¿No pertenece eso, más bien, al ámbito de la libertad de enseñanza? ¿No corresponde a los padres formar la conciencia moral de sus hijos?

Arrinconar la fe en el ámbito privado

(…) El Gobierno interpreta el artículo 27 en el sentido de que la formación religiosa y moral que los padres son libres de transmitir a sus hijos pertenece al ámbito privado. Mientras que en el ámbito público la primacía y la responsabilidad es del Estado. Esta interpretación no tiene ningún fundamento constitucional. Olvida el Gobierno que el primer párrafo del artículo 27 proclama, simple y llanamente, la libertad de enseñanza, y que el párrafo tercero refuerza la libertad de los padres para elegir la formación de sus hijos en cuestiones morales y religiosas. El párrafo segundo únicamente establece el objeto de la educación, pero no le asigna ninguna función educativa al Estado.

Sin embargo, a través de esta asignatura el Gobierno quiere imponer una ética civil obligatoria en la esfera social y que las convicciones morales y religiosas queden relegadas a la vida íntima y familiar.

Claramente, esto supone una invasión por parte del poder público de un terreno que no le es propio, pues la enseñanza cae dentro del ámbito de libertad de los padres, especialmente la educación ética y moral, pues los padres son los primeros y únicos responsables de la formación de sus hijos. Y no cabe separación entre moral privada y moral pública. La moral es una porque la persona es una. Pretender que las personas se guíen conforme a unos principios en su vida social y conforme a otros en su vida familiar es como querer imponer la esquizofrenia por decreto.

El Gobierno utiliza la excusa de la modernidad y del pluralismo para justificar su adoctrinamiento. Considera que en una sociedad multicultural es necesario encontrar un mínimo común ético que haga posible la convivencia. (...)

La Propuesta elaborada por la Universidad Carlos III y la fundación CIVES utiliza la misma línea argumental: “Están en circulación una pluralidad de códigos éticos morales diferentes, ninguno de ellos universalizable ni de legítima imposición a todos. De ahí la perplejidad de los padres ante la desorientación moral y la actitud contestataria de las morales tradicionales por parte de sus hijos. De ahí la necesidad de extraer el mínimo común ético como obligatorio para todos y como parámetro de valoración de los demás valores diferenciales, legítimos y merecedores de todo respeto siempre que no entren en contradicción con ese mínimo común” (2).

De manera que, como los padres están “perplejos” y los hijos completamente desorientados, el Gobierno se ve en la necesidad de buscar un mínimo común ético para imponérselo a todos. Los padres, naturalmente, seguirán siendo libres para transmitir a sus hijos su fe y sus creencias, pero sólo en el ámbito privado y siempre que no choquen con ese mínimo común ético que es obligatorio para todos.

Mínimo común ético

(…) ¿Es posible encontrar ese mínimo común ético? La respuesta es muy clara: no sólo es posible, sino que es muy necesario. Dada la situación de globalización y de pluralismo cultural que estamos viviendo, el mundo necesita más que nunca la ayuda de una moralidad que influya en la esfera pública. (...)

¿Hay algo que sea común a todos los hombres, por encima de la diversidad de razas, de culturas, de religiones? Sí lo hay: la naturaleza humana. Todos participamos de una misma naturaleza, y esa naturaleza es normativa. Es decir, de la naturaleza humana brotan una serie de principios que descubrimos con la razón, y que nos permiten discernir el bien del mal.

(…) El problema es que no es esto lo que les van a enseñar a nuestros hijos. No les van a enseñar a guiarse por la ética natural. Entonces, ¿qué les van a enseñar? Si no aceptan el criterio de lo justo por naturaleza, ¿de dónde sale ese mínimo común del que tanto hablan?

Lo que les van a enseñar a los niños y niñas de toda España es una ética laicista, relativista, positivista y completamente impregnada de filosofía de género. Vamos a analizar brevemente cada uno de estos principios.

Una ética laicista

(…) Dicen los defensores de la asignatura que ésta es neutral con respecto a las religiones, puesto que no habla de ellas para nada. Pero esa supuesta neutralidad es falsa. Es más, me atrevo a decir que la asignatura no sólo no es neutral, sino que es ofensiva y represiva del hecho religioso. Por un lado, porque cierra por completo la mirada de los alumnos a la trascendencia, y, por otro lado, porque en caso de que esa mirada religiosa la hayan recibido en su familia, se les dice que pertenece al ámbito privado, y que sus convicciones no se pueden notar en el ámbito público.

Se puede explicar matemáticas sin hacer referencia a Dios, pero no se puede pretender que los alumnos formen y desarrollen su propia identidad y conciencia moral prescindiendo absolutamente de la referencia a la trascendencia. El ser humano necesita plantearse la pregunta sobre el Ser Supremo para resolver los principales enigmas de la vida. Esta pregunta tiene que ser planteada, aunque sea para negarla. En el currículo de la asignatura ni siquiera se plantea. No se niega que Dios exista, pero se le ignora como si no tuviese nada que ver con la vida, con la realidad. Se deja sin respuestas lo más importante. Todavía peor, se impide que surjan las preguntas. Y esto no es ser neutral.

Las religiones, dicen, deben quedar recluidas al ámbito privado y no pueden ser factores de construcción de la vida social porque son una fuente de problemas e impiden el progreso y la libertad. (...)

El manifiesto del PSOE confunde laicidad y laicismo. Pero, aparte de ese error terminológico, lo que más llama la atención de este texto es la consideración de que religión y fundamentalismo van unidos, como si no hubiera otra forma de vivir la fe, y el convencimiento de que la religión es un obstáculo para la libertad.

El relativismo es una ideología

(…) La asignatura de Educación para la Ciudadanía impone una ética relativista. Laicismo y relativismo están estrechamente emparentados porque una vez que se elimina a Dios resulta muy fácil eliminar el orden objetivo del ser, del bien y del mal.

Los defensores de la asignatura utilizan aquí el mismo argumento de antes: dicen que es absolutamente neutral, porque, según ellos, no impone ninguna ideología. Pero el relativismo es una ideología. (...)

El relativismo sostiene que todo lo que se refiere a Dios y al sentido de la vida es inaccesible porque los hombres somos unos seres limitados incapaces de conocer la verdad. Nuestro conocimiento es parcial e inadecuado. Cualquier explicación que se proponga acerca de los enigmas más profundos de la vida humana está condicionada culturalmente y ninguna tiene bajo ningún aspecto valor absoluto de verdad. Por eso afirman que todas las opciones son igualmente aceptables y válidas, todas tienen el mismo valor.

(…) El perfecto ciudadano, según esta asignatura, es aquel que no tiene ninguna convicción ética permanente. Sus convicciones deben variar a medida que varía el consenso social, deben adaptarse al sentir de la mayoría.

Solo importa el consenso

(…) Ya hemos explicado antes que la única vía para encontrar un mínimo común ético es la ley natural. Pero defender la existencia de la ley natural es del todo incompatible con el relativismo. (...)

En los textos que regulan la asignatura no se menciona ni una sola vez la ley natural. Entonces, ¿en qué se fundamenta ese mínimo común ético que se quiere imponer? En los derechos humanos, pero, atención, en los derechos humanos en su “carácter histórico” y cambiante. En Educación para la Ciudadanía los derechos humanos se presentan como “conquistas históricas inacabadas”, sujetas a evolución y a su “ampliación o su retroceso según el contexto” (3).

Y ¿en función de qué cambian? En función de lo que decida el consenso social. Dice la Propuesta de la Universidad Carlos III y de la Fundación CIVES que “la formulación de esos valores comunes y de las correspondientes normas de conducta es el resultado del ejercicio de la función dialógica de la conciencia y de sus precipitados, el diálogo y el consenso”.

Lo que están diciendo es que el mínimo común ético se fabrica, no se descubre. Se fabrica con el diálogo y el consenso. El uso de la razón y la referencia a las exigencias propias de la naturaleza humana son desplazados por el culto irracional a la voluntad de la mayoría.

Filosofía de género

(…) En Educación para la Ciudadanía subyace una antropología basada en la filosofía de género. Esta filosofía sostiene que cada uno puede elegir su propia identidad y orientación sexual con independencia de su sexo biológico.

La filosofía de género parte de una antropología dualista que separa en la persona humana su dimensión corporal de su dimensión psicológica y espiritual, lo cual lleva a defender que la identidad genérica no está determinada por la identidad sexual, sino que depende de la psicología de cada uno y de la cultura en la que vive. Además, la persona es completamente autónoma y la libertad una fuerza absoluta: en consecuencia, cada uno puede construirse como quiera.

(…) En la asignatura Educación para la Ciudadanía esta filosofía está presente en todas las etapas, especialmente en la ESO, y de una manera obsesiva. El Estado, inmiscuyéndose de manera escandalosa en el derecho de los padres a la educación de sus hijos, asume la competencia de educar la afectividad de los niños: “Para lograr estos objetivos se profundiza en los principios de ética personal y social y se incluyen, entre otros contenidos, los relativos a las relaciones humanas y a la educación afectivo-emocional” (4).

Por otra parte, se rechaza cualquier diferenciación entre varón y mujer, llegando a identificar desigualdad con discriminación, identificación que ha sido puesta de relieve y señalada como errónea por el Consejo de Estado en sus Dictámenes sobre los textos legales que regulan la asignatura (5). Además, se insiste machaconamente en la diversidad afectivo-emocional y en la posibilidad de elegir la propia identidad de género y orientación sexuales (6).

Intervencionismo estatal
(…) Después de todo lo dicho creo que está claro que estamos ante un caso de intromisión del Estado en la libertad de enseñanza. Así lo ha reconocido, por otra parte, el Consejo de Estado, aunque el Gobierno ha hecho caso omiso de su Dictamen: “a la hora de establecer estos contenidos básicos [de la asignatura Educación para la Ciudadanía] el Real Decreto sometido a consulta debe tener en cuenta que no puede formar parte de los aspectos básicos del sistema educativo, sustraídos a la libertad de enseñanza garantizada en el artículo 27 de la Constitución, la difusión de valores que no estén consagrados en la propia Constitución o sean presupuesto o corolario indispensables del orden constitucional” (7).

No sólo está en peligro la libertad de enseñanza. La cosa parece todavía más grave. Porque si se elimina cualquier criterio objetivo de justicia, el Estado acaba erigiéndose en la fuente última del Derecho y de la moral pública, y la sociedad civil corre el peligro de desaparecer.

En el fondo eso es lo que se busca en todas las ideologías totalitarias: la progresiva abolición de los cuerpos intermedios, porque es más fácil controlar a los individuos aislados y solos ante el Estado omnipotente. De ahí la obsesión por privar de influencia social a la Iglesia católica, que es una voz independiente y que puede resultar crítica e incómoda. Y de ahí, también, el ataque a la familia, que es una constante de todas las ideologías absolutistas que han pretendido un control de la persona.

(…) Por mucho que se permita a los padres elegir el tipo de formación religiosa y moral que desean para sus hijos, ¿dónde queda su libertad si luego el Estado les impone otra moral y otra concepción del hombre y del mundo? Así lo han declarado recientemente los Obispos: “Si el sistema educativo obligara a recibir otra formación de la conciencia moral, violentaría la voluntad de los padres y declararía implícitamente que la opción hecha por ellos en el ejercicio de sus derechos no es considerada válida por el Estado” (8).

Quizá por eso en los Reales Decretos que establecen las enseñanzas mínimas de Educación Primaria y de Educación Secundaria Obligatoria no se menciona para nada la autoridad de los padres. Esto resulta tan patente y escandaloso que el Consejo de Estado en sus preceptivos Dictámenes advierte al Gobierno que debiera incluirse en la descripción de la competencia Aprender a aprender, “el respeto a padres y profesores, la aptitud para aprender y escuchar el consejo y orientación de unos y otros y la sensibilidad para apreciar el ejemplo que puedan constituir” (9).

(…) Creo que hay razones suficientes para considerar que esta asignatura supone una intromisión injustificable por parte del Estado en el derecho a la libertad de enseñanza de los padres, y en la libertad ideológica y religiosa de los alumnos.

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(1) Real Decreto 1513/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las enseñanza mínimas correspondientes a la ESO, BOE de 5 de enero de 2007, p. 715.
(2) Propuesta sobre Educación para la Ciudadanía de la Fundación CIVES y la Cátedra de Laicidad y Libertades Públicas Fernando de los Ríos del Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas de la Universidad Carlos III, Liagrafic, Madrid, 2005.
(3) Real Decreto 1613/2006, BOE de 5 de enero de 2007, p. 716-718.
(4) Real Decereto 1631/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria, BOE de 5 de enero de 2007.
(5) Dictámenes 2234/2006 y 2521/2006.
(6) Ver, por ejemplo, Real Decreto 1631/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria, artículo 3 (objetivos de la ESO), apartado k: “Conocer y valorar la dimensión humana de la sexualidad en toda su diversidad”, BOE de 5 de enero de 2007, p. 679.
(7) Dictámenes 2234/2006 y 2521/2006.
(8) Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, La Ley Orgánica de Educación (LOE), los Reales Decretos que la desarrollan y los derechos fundamentales de padres y escuelas, 28 de febrero de 2007, apartado 8.
(9) Dictámenes 2234/2006 y 2521/2006.