jueves, 23 de octubre de 2008

Orígenes del sufragio femenino en EEUU

Los orígenes cristianos del voto femenino: Seneca Falls, 1848

Las mujeres que incorporaron medio mundo a la política se forjaron luchando contra el alcohol y la esclavitud.


Los orígenes cristianos del voto femenino: Seneca Falls, 1848

Las mujeres que incorporaron medio mundo a la política se forjaron luchando contra el alcohol y la esclavitud.



Sin duda, pocas "revoluciones" o "reformas" ha habido de una influencia tan extensa como el derecho de las mujeres al voto. Y sin embargo, este derecho, que hoy muchos dan como "evidente", fue el resultado de un esfuerzo de unas pioneras en circunstancias muy complejas y sólo posibles en un contexto cristiano.

Alguien tenía que tirar del carro, alguien tenía que empezar, en algún momento alguien debía proclamar el derecho al voto femenino. La historiadora Sally G. McMillen lo ha marcado en 1848, en un encuentro de pioneras, que describe en su reciente libro "Seneca Falls and the Origins of the Women's Rights Movement" (Oxford University Press, 2008).

En un encuentro de dos días en la ciudad norteamericana de Seneca Falls, nació el movimiento por el derecho al voto femenino. McMillen señala el papel fundamental de cuatro mujeres: Lucretia Mott, Elizabeth Cady Stanton, Susan B. Anthony y Lucy Stone.

Mujeres activistas: un invento cristiano

Eran mujeres activistas. ¿Mujeres activistas? ¿Desde cuando existían las mujeres activistas? ¿No era la vida pública cosa de hombres y la mujer virtuosa aquella que se queda en casa? No en los cristianísimos Estados Unidos desde la década de 1820.

En los años 20 sucede en EEUU el "segundo gran despertar" o "segundo avivamiento", una oleada espiritual, de reforma religiosa, que dio origen a infinidad de reformas sociales en búsqueda de justicia social y evangélica.


Nacen así, en el transfondo popular protestante, donde no existían las cofradías propias del catolicismo ni la labor educativa monástica, las escuelas dominicales, las sociedades de amigos de los marineros, las sociedades bíblicas, las escuelas para pobres, las organizaciones de misiones para el extranjero, las misiones para evangelizar a los indios (algo que los católicos venían haciendo desde 1492), la edición de tratados y su distribución (en 1833 aparecerá la prensa de masas en Nueva York), las misiones especializadas en tratar con prostitutas... una lluvia de iniciativas sociales.

Y, dos movimientos, los más fuertes, que sacaron a las mujeres de casa y las convirtieron en activistas: la lucha contra el alcohol y la abolición de la esclavitud. Luchando contra el alcohol y contra la esclavitud, dos motivaciones de clara base cristiana, se forjaron las líderes del incipiente movimiento por los "derechos femeninos", que era un movimiento moral y moralista. Luchando contra el alcohol y la esclavitud, las mujeres aprendieron a predicar, a hablar en público, a escribir sobre política, a publicar y distribuir ideas.

El "segundo gran despertar" espiritual y la lucha contra el alcohol y la esclavitud fueron el ambiente que creó a las primeras feministas. Y lo vemos al repasar a las cuatro grandes iniciadoras y al movimiento que nació en Seneca Falls en 1848.

Contra el alcohol y la esclavitud

Lucrecia Mott era una famosa activista anti-esclavitud, cristiana de denominación cuáquera, una rama pacifista del protestantismo que siempre lideró la lucha abolicionista en Estados Unidos.

Elizabeth Cady Stanton, entonces una madre joven y brillante, estaba casada con el político antiesclavista Henry Stanton. Ella escribió la mayor parte de la declaración del encuentro, que empezaba, como homenaje a la Declaración de Independencia de los EEUU con la frase: "sostenemos estas verdades como auto-evidentes; que los hombres y las mujeres fueron creados iguales", con toda su carga de base bíblica.

Susan Anthony era una maestra soltera, que aportó disciplina y orden a un movimiento que nacía apasionado y con poco control. Y Lucy Stone era una conferenciante brillante y hermosa, casada con Henry Blackwell, a quien mantenía a menudo con los ingresos de sus conferencias.

Descubrieron que masas de mujeres se movían contra la esclavitud y contra el alcohol, pero que costaba muchísimo movilizarlas en defensa del voto femenino. Simplemente, las mujeres no veían que fuera algo importante, que cambiase la vida real.

En 1868, tres años después de abolirse la esclavitud, un veterano luchador antiesclavista y defensor del voto femenino como era Thomas Higginson lamentaba la indiferencia de las mujeres por su causa: "Los hombres no pueden asegurar los derechos de las mujeres de forma vicaria, por ellas", decía.

¿Las mujeres o los negros primero?

Al acabar la guerra en 1865 los esclavos eran libres, pero eso no significaba que pudieran votar. Las mujeres activistas se preguntaron si debíoan luchar por el voto de los negros igual que habían luchado por su libertad. ¿Acaso el voto de mujeres y negros no se podía conseguir al mismo tiempo? Wendell Phillips, que era firme defensor del voto femenino, insistía en tratar "los temas, uno a uno; este es el momento de los negros". La mayoría de los y las activistas del voto femenino no estaban de acuerdo.

La muy impulsiva Elizabeth Cady Stanton estaba escandalizada ante la idea que "hacerse a un lado y ver como Sambo entra antes en el reino". Insistía en comparar desventajosamente a los negros, sin formación ni educación, con las cultas y refinadas mujeres.

En Kansas, Susan Anthony y su marido llenaban locales pidiendo el derecho al voto femenino, pero no les importó aliarse con el político demócrata George Francis Train, un racista reconocido que les financió "The Revolution", una importante revista, quizá la publicación madre del feminismo. En ella se criticaba el alcohol, se criticaba el abuso del hombre sobre la mujer, se criticaba el aborto.

Las citas de Susan Anthony y Elizabeth Stanton contra el aborto en "The Revolution", señalado como una maldad que los hombres y la pobreza fuerzan en las mujeres, aún se pueden leer en la web de Feministas por la Vida (www.feministsforlife.org), organización a la que pertenece con orgullo la política republicana Sarah Palin, por ejemplo.

Los excesos de Elizabeth Stanton

Hay que señalar que Stanton era el tipo de persona que no se arrepentía de sus errores tácticos y a menudo respondía con huídas hacia adelante. Por ejemplo, cuando se asoció con Victoria Woodhull, una escandalosa defensora del "amor libre", implicada en turbios asuntos con el millonario Cornelius Vanderbilt.

No era el tipo de amistades que podía animar a las mujeres temerosas de Dios a luchar por su derecho al voto, incluso aquellas que luchaban con denuedo contra el alcohol, la prostitución o la pobreza. Y cuando Stanton escribió su "Biblia de una mujer", muy poco ortodoxa, hasta sus propias asociadas en la National Woman Suffrage Association la desautorizaron.

La otra rama del movimiento de derechos de las mujeres la dirigían Lucy Stone y Henry Blackwell con la American Woman Suffrage Association. Ambas asociaciones rivalizaron, en vez de cooperar, y se desautorizaban mutuamente. Y, para colmo, en todas partes los empresarios ligados al alcohol luchaban para impedir el voto femenino, conscientes de que si las mujeres votasen el negocio del alcohol tendría muchos problemas.

El resultado de esta debilidad fue que hasta 1890 no surgió un nuevo liderazgo feminista que consiguiera el voto femenino generalizado, alcanzado en EEUU en 1920. Para entonces las mujeres ya habían cumplido un siglo como activistas contra la pobreza, por la evangelización, contra el alcohol o la prostitución... un movimiento que nació de las raíces cristianas de Estados Unidos y que no se dio en culturas orientales, islámicas, ni en otras latitudes.


Sin duda, pocas "revoluciones" o "reformas" ha habido de una influencia tan extensa como el derecho de las mujeres al voto. Y sin embargo, este derecho, que hoy muchos dan como "evidente", fue el resultado de un esfuerzo de unas pioneras en circunstancias muy complejas y sólo posibles en un contexto cristiano.

viernes, 17 de octubre de 2008

Nota de los obispos españoles ante el uso de “bebés-medicamento”


Nota de los obispos españoles ante el uso de “bebés-medicamento”

“Curar a los enfermos pero sin eliminar a nadie”

Aclaraciones sobre los hechos implicados en el nacimiento del llamado primer “Bebé Medicamento”

El pasado 12 de octubre nació en Sevilla el primer bebé seleccionado para curar a su hermano, que sufre una enfermedad hereditaria, la beta-talasemia major, anemia congénita severa que le obliga a someterse a constantes transfusiones sanguíneas.

Mediante la técnica utilizada, el diagnóstico genético preimplantacional, los embriones obtenidos a través de la fecundación in vitro son examinados para seleccionar aquellos que no sean portadores del factor genético que puede dar lugar al desarrollo de la enfermedad heredada. Entre los seleccionados, se implantan en el útero materno aquellos embriones que presentan el perfil de compatibilidad genética más adecuado con el hermano enfermo. Los demás son destruidos o congelados.

Conviene aclarar al respecto las implicaciones morales que no han sido señaladas estos días por algunos medios de comunicación social.

Se ha puesto el énfasis en la feliz noticia del nacimiento de un niño y en la posibilidad de la curación de la enfermedad de su hermano. Expresada así, la noticia supone un motivo de alegría para todos. Sin embargo, se ha silenciado el hecho dramático de la eliminación de los embriones enfermos y eventualmente de aquellos que, estando sanos, no eran compatibles genéticamente.

El nacimiento de una persona humana ha venido acompañada de la destrucción de otras, sus propios hermanos, a los que se les ha privado del derecho fundamental a la vida.

Se ha calificado el hecho como un éxito y un progreso científico. Sin embargo, someter la vida humana a criterios de pura eficacia técnica supone reducir la dignidad de la persona a un mero valor de utilidad. Los hermanos a los que se les ha privado del derecho a nacer han sido desechados por no ser útiles desde la perspectiva técnica, violando así su dignidad y el respeto absoluto que toda persona merece en sí misma, al margen de cualquier consideración utilitarista. Por su parte, el hermano que finalmente ha nacido ha sido escogido por ser el más útil para una posible curación. Se ha conculcado de esta manera su derecho a ser amado como un fin en sí mismo y a no ser tratado como medio instrumental de utilidad técnica.

Conviene recordar a este respecto el documento de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, del 30 de marzo de 2006, Algunas orientaciones sobre la ilicitud de la reproducción humana artificial y sobre las prácticas injustas autorizadas por la ley que la regularán en España, que señala la injusticia que se comete con los seres humanos producidos en el laboratorio, al ser tratados “como un mero producto conseguido por el dominio instrumental de los técnicos”. “La dignidad del ser humano exige que los niños no sean producidos, sino procreados (…). Por tratarse de una relación puramente personal –no instrumental- la procreación es conforme a la dignidad personal del niño procreado, que viene así al mundo como un don otorgado a la mutua entrega personal de los padres”. Respecto a la práctica de la que hoy hablamos, se dice también en el mismo documento: “Los planteamientos emotivos encaminados a justificar estas prácticas horrendas son inaceptables. Es cierto: hay que curar a los enfermos, pero sin eliminar nunca para ello a nadie. La compasión bien entendida comienza por respetar los derechos de todos, en particular, la vida de todos los hijos, sanos y enfermos”.

El hecho feliz del nacimiento de un bebé sano no puede justificar la instrumentalización a la que ha sido sometido y no basta para presentar como progreso la práctica eugenésica que ha supuesto la destrucción de sus hermanos generados in vitro.

La Iglesia desea prestar su voz a aquellos que no la tienen y a los que han sido privados del derecho fundamental a la vida.

Con estas aclaraciones no se juzga la conciencia ni las intenciones de nadie. Se trata de recordar los principios éticos objetivos que tutelan la dignidad de todo ser humano.

Madrid, 17 de octubre de 2008

miércoles, 15 de octubre de 2008

Acerca de la película "Camino", paralelismo con "El Código Da Vinci"

Caminos de concordia. 'El Código Da Vinci'

Por Juan Manuel Mora*

En mayo de 2006 se estrenó la versión cinematográfica de El Código Da Vinci, en medio de un gran despliegue publicitario. Durante los tres años anteriores, la novela de Dan Brown había vendido millones de copias y constituyó un fenómeno editorial de grandes dimensiones.

La trama de El Código posee los típicos elementos del thriller: acción, intriga, misterio. El relato de Dan Brown tiene un punto de partida: desde el siglo IV, la Iglesia habría ocultado la verdad sobre Jesucristo, destruido los verdaderos evangelios y negado que Jesús tuvo descendencia con la Magdalena. A lo largo de la historia sólo algunos "illuminati" llegaban al conocimiento de la verdad, mientras que la Iglesia oficial intentaba impedirlo por todos los medios. En nuestros días, el "brazo armado" con el que la Iglesia persigue a los iluminados sería el Opus Dei, que en la novela aparece como organización criminal y sin escrúpulos.

Uno de los aspectos más relevantes de El Código Da Vinci es su forma de mezclar ficción y realidad. En efecto, la trama utiliza elementos reales (nombres, fechas, lugares), y los combina con otros de ficción. Esto no tiene nada de extraño, si quedase claro mediante un correcto "pacto de lectura". Pero Dan Brown utiliza una calculada ambigüedad, las fronteras se difuminan y el lector al final no sabe a qué atenerse. Este recurso tampoco tendría más trascendencia, si no fuese porque Brown pone nombre y apellidos reales a sus mafias inventadas. De ese modo, la mezcla de ficción y realidad se vuelve explosiva.

Según los resultados de una encuesta realizada en Gran Bretaña, casi dos tercios de los lectores de El Código creían que el contenido de la novela era cierto (y por tanto, que los evangelios eran falsos, que Jesús tuvo hijos con la Magdalena, etc.). Con estos datos, no es de extrañar que la controversia que se planteó alrededor de El Código ocupase amplio espacio en los medios de comunicación de numerosos países. En el centro del debate se encontraba el tema de la responsabilidad de los autores de obras de ficción. Con sus trabajos crean estereotipos, originan movimientos de opinión y provocan emociones. Los periodistas también lo hacen, pero el trabajo de los informadores es juzgado con otros parámetros: no pueden mezclar ficción y realidad, ni acusar sin fundamento. En definitiva, los problemas planteados por El Código venían a recordar que la libertad de expresión, la libertad de creación, la libertad de crítica, propias de las sociedades democráticas, son compatibles con la responsabilidad y con el respeto mutuo.

El Código de Fesser

El caso de Camino es distinto de El Código Da Vinci , pero existen algunas semejanzas: trata también asuntos que afectan a la Iglesia y a los católicos; el malo de la película tiene nombre y apellidos, y mezcla ficción y realidad de forma potencialmente explosiva. Camino se inspira en la vida de Alexia González-Barros (www.alexiagb.com), adolescente madrileña que falleció de cáncer en 1985, con apenas 15 años. La Archidiócesis de Madrid ha iniciado su causa de canonización. Alexia fue tratada de su enfermedad en la Clínica de la Universidad de Navarra, donde transcurrió largos meses rodeada del cariño de sus padres y hermanos y de la atención del personal sanitario. Después de 1985 fallecieron también sus padres. Actualmente viven cuatro hermanos. A partir de la vida de Alexia se construye el guión. En síntesis, la película mantiene el envoltorio, pero modifica totalmente la sustancia: parece verdadera, pero es pura ficción. En la imaginación de los autores, Alexia es una niña que vive en un ambiente opresivo, creado por el Opus Dei y encarnado de forma muy aguda en la figura de la madre. Toda la historia del dolor de Alexia y del afecto de su familia está convertida en algo completamente distinto, en un caso de fanatismo religioso, atrofia de sentimientos y actitud masoquista ante el dolor. En el trasfondo, emerge una intención perversa: el Opus Dei pretendería aprovechar la enfermedad de la niña para construir una causa de canonización, con fines de proselitismo.

Cualquier persona normal que vea la película siente, como han dicho los críticos, una patada en el estómago, un choque emocional, un rechazo radical, una experiencia perturbadora e inolvidable. No puede ser de otra manera: un creyente, un católico, un miembro del Opus Dei, sienten la misma repugnancia ante la falta de humanidad que narra la película. De acuerdo con las declaraciones de los que han intervenido, el guión está escrito desde la increencia. El director ha declarado en diferentes ocasiones que no comparte la visión religiosa de la vida y no comprende la actitud cristiana ante la muerte. Quizá por esa razón, los personajes que aparecen en la película como creyentes son malos sin mezcla de virtud, y los que no tienen fe son buenos sin sombra de defecto. El resultado es un cuadro en blanco y negro, un enfoque que algunos han calificado de maniqueo, y que no fomenta precisamente la tolerancia.

La orientación religiosa de los autores merece todo el respeto. Sin embargo, no sería honrado silenciar un grave problema moral que plantea la película: Camino , como El Código Da Vinci , mezcla realidad y ficción, o más bien, presenta la ficción como si fuera historia. Los espectadores salen de la proyección convencidos de que han visto algo que ha sucedido realmente. Por eso la repulsión de los espectadores es doble: les impresiona el relato y les horroriza pensar que es verdadero. La familia ya ha expresado su dolor por el tratamiento que se hace de sus personas queridas. No es difícil imaginar los sentimientos de los hijos cuando vean la imagen de su madre maltratada en las salas de cine de toda España. El Opus Dei ha publicado también una breve declaración donde recuerda que, en esta película, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Tampoco es difícil imaginar los sentimientos de quien se ve retratado de forma repulsiva.

Cambio de paradigma

El Código de Brown y el Camino de Fesser confirman, cada uno a su modo, que es difícil explicar y no es fácil entender la experiencia religiosa en un mundo que vive como si Dios no existiese. De hecho, algunos quieren ver en estos ejemplos la expresión de un choque de culturas entre el Vaticano y Hollywood, entre los católicos y la sociedad secularizada. El paradigma del "choque de civilizaciones" se ha extendido en el ámbito de la política internacional, con consecuencias muy negativas. Aplicar ese mismo esquema a la "cuestión religiosa" de las sociedades occidentales, puede incrementar los niveles de agresividad. Basta ver algunos blogs donde ciertos partidarios del Camino de Fesser escriben que ya era hora de sacudir duro a esta Iglesia de pedófilos y ladrones; y donde ciertos adversarios responden con insultos simétricos. En nuestro país, las controversias suelen ser subidas de tono. Algunos programas de televisión y algunos debates parlamentarios recuerdan aquellos chistes de Mingote donde se ve a dos hombres primitivos "iniciar conversaciones", con el garrote preparado detrás de la espalda. Por desgracia, esto sucede también en las controversias religiosas. Con frecuencia, las discusiones están contaminadas de la dialéctica política, por la cual, si yo quiero ganar, tú tienes que perder (las elecciones, las votaciones). En realidad, los términos de un debate de tema religioso deberían ser muy distintos: yo no gano si tú pierdes; sólo gano si me explico, si te entiendo, si me entiendes. En otras democracias, la religión es un elemento transversal, común a personas que simpatizan con formaciones políticas de todas las tendencias. Esta transversalidad es muy saludable para la religión y para la política, y libera los debates religiosos de la dialéctica de la confrontación. En esas condiciones, el paradigma del conflicto puede ser sustituido por el del diálogo.

Otro aspecto interesante de El Código Da Vinci fue las reacciones que provocó entre los cristianos. Cuando alguien siente un golpe, tiene dos reacciones instintivas: encogerse y defenderse. En este caso, ante lo que se percibe como un golpe moral (un retrato falso e injusto), el instinto llevaría a cerrarse y a enfadarse. Sin embargo, la reacción común de los católicos ante El Código Da Vinci fue abierta y serena. En primer lugar, abierta. Ante una ficción que es falsa no hay más respuesta que la realidad: "ven y verás". Decía Mark Twain que cuando la verdad está todavía calzándose las botas, la mentira ya ha dado la vuelta al mundo. La mentira corre mucho, pero se desmiente sola. La verdad se impone por sí misma, sin gritos ni violencia, sino por su propia fuerza interior. Por eso, la respuesta más acertada es abrir las puertas y ofrecer información. Y en segundo lugar, serena. Dos no pelean si uno no quiere. Ante un retrato injusto, es importante mantener la capacidad de diálogo, sin adoptar actitudes defensivas ni victimistas. Para romper el paradigma de la confrontación, hay que responder con respeto, también a quien consideramos que no nos respeta.

Insisto en que estas consideraciones se escriben desde la convicción de la importancia de la libertad de expresión, de la libertad creativa y de la libertad de crítica. Las personas y las instituciones con dimensión pública han de asumir con humildad sus errores y aceptar el público escrutinio. Pero todos tienen derecho a ser criticados con veracidad y respeto.

Una escritora africana define la madurez como la capacidad de darse cuenta de que podemos herir a los demás. La madurez ayuda a recorrer juntos caminos de concordia.

* Vicerrector de Comunicación de la Universidad de Navarra. Autor de "La Iglesia, el Opus Dei y el Código Da Vinci", de próxima aparición.

jueves, 9 de octubre de 2008

"Los Inklings", de Humphrey Carpenter, ahora en español.


La experiencia mística de la judía atea comunista Joy Davidman, y la de su esposo C.S.Lewis

Poetisa materialista, Joy Gresham sintió la presencia de Dios; cuando ella murió, Lewis recibió una visita de su esposa.


La historia de amor de la poetisa americana Joy Davidman y del popular escritor cristiano C.S.Lewis se hizo popular con la película de 1993 "Tierras de Penumbra", de Richard Attemborough. Pero la historia de la conversión de Joy no se conocía en español. La película no la explica. Y sólo ahora, con la publicación en español de "Los Inklings", de Humphrey Carpenter, es accesible al lector español. Del libro de Carpenter tomamos la primera mitad de este relato, que completamos con un resumen de la vida de Joy con C.S. Lewis. Y al final, cómo ella se hizo presente, después de su muerte, en una experiencia de intimidad con el escritor.

Una judía materialista e incrédula

Joy Davidman nació en Nueva York en 1915. Sus padres eran judíos que emigraron a América procedentes de Europa Oriental durante su infancia. Su madre la educó contándole cuentos acerca de la vida de los judíos en Ucrania, una vida con más de seiscientas leyes rituales que gobernaban la vida rutinaria y donde la religiión era una cuestión más de palabras que de espíritu. Sus padres abandonaron el judaísmo. Incluso la misma Joy se declaraba atea a la edad de 8 años, después de leer "Un resumen de la Historia" de H.G. Wells.

"En pocos años", recordó [en su artículo-testimonio "The Longest Way Around", dentro del libro "These Found the Way, Thirteen Converts to Christianity", Ed. David Wesley Soper, Philadelphia, Westminster, 1951. 13-26.], "rechacé todo tipo de moralidad. Si la vida no tenía ningún significado ¿para qué vivir sino para el placer? Por suerte, mi mayor placer era la lectura; si no hubiera sido por ella, nunca habría sido capaz de mantenerne al margen de una vida pecaminosa como lo hice".

La única filosofía que tuvo en la infancia era la creencia en la prosperidad americana. Sin embargo, su fe se vio destruida por la Depresión y, en 1930, ya no creía en nada.
"Los hombres son sólo brutos. El amor, el arte y el altruismo son sexo. El universo tan solo materia y la materia solamente energía. Se me ha olvidado lo que dije acerca de la energía".
Sin embargo, también era poetisa y en sus versos se preguntaba si la vida consistía meramente en satisfacer los propios apetitos.

Tenemos luces, puentes, el Estadio Yankee.
Y si no nos contentamos, debemos estarlo
Y si estamos descontentos no lo sabemos,
de alguna manera siempre ha sido así

Leía con voracidad historias de fantasmas, ciencia-ficción, los cuentos de George McDonald y Lord Dunsany. Le deleitaba lo sobrenatural. "Me interesa por encima de todas las cosas", dijo. Pero no creía en ello.

Poetisa comunista al servicio de los camaradas caídos

Trabajó de profesora de inglés en escuelas de secundaria de Nueva York e ingresó en el Partido Comunista.
"Lo único que sabía es que el capitalismo no funcionaba demasiado bien y que la guerra era inminente. El socialismo prometía cambiar todo eso. Además, por primera vez en la vida estaba dispuesta a ser mi propia guardiana, así que me apresuré a decirle a un conocido del Partido que deseaba ingresar".

Trabajó fervorosamente para el Partido y publicó un libro de poemas titulado "Carta a un camarada", galardonado en dos ocasiones.

No existe ninguna promesa de ayuda
escrita en las estrellas, ni magia, ni salvador
sonriendo en la descarada tinta de los carteles electorales;
sólo la fuerza del hombre

Dejó la enseñanza para dedicarse por entero a escribir y publicó su primera novela, Anya, en 1940. Estaba basado en los recuerdos infantiles de su madre y describía muy vivamente la vida en una aldea judía en la Ucrania de finales del siglo diecinueve, vista a través de la hija de un dependiente de una tienda que rechaza las convicciones tan severas de su gente y se marcha en busca del amor, allá donde esté. El libro tiene algunas influencias de D.H. Lawrence.

Durante unos meses trabajó de guionista para la Metro Goldwyn Mayer en Hollywood. Después, en 1942, contrajo matrimonio con un comunista, William Lindsay Gresham. Nacido en 1909, anteriormente había trabajado de botones, redactor publicitario, cantante en los clubes de Greenwich Village y crítico para un periódico de Nueva York.

Gresham, educado como agnóstico, jugó un poco con la teología unitaria, pero después se convirtió en ateo e ingresó en el Partido Comunista. En 1937 se marchó a España para combatir en el lado comunista y pasó allí quince meses sin disparar un tiro, pero regresó en tan mal estado que poco después intentó ahorcarse.

Recuperado psicológicamente hasta cierto punto, se convirtió en un bebedor empedernido, aunque logró mantener algunos trabajos editoriales en revistas populares. Fue durante esa época cuando terminó divorciándiose de su primera esposa y se casó con Joy Davidman. Se establecieron en Nueva York y pronto tuvieron dos hijos, David y Douglas.



William Gresham fue el primer esposo de Joy Davidman



Entretanto, la afición de Joy por los libros que trataban de temas sobrenaturales la llevaron a conocer las "Cartas del Diablo a su sobrino" [pueden leerse gratis aquí] y "El Gran Divorcio". "Estos libros estimulan una parte sin usar de mi cerebro hacia una vida inactiva momentáneamente", dijo.

"Por supuesto", pensé, "el ateísmo era cierto, aunque no había dedicado demasiado tiempo a buscar pruebas de ello. Algún día, cuando los niños sean más mayores, intentaré hacerlo. Después olvidé todo el asunto".

La experiencia mística de Joy Gresham

Bill Gresham continuaba padeciendo problemas mentales y un día llamó a la oficina de Joy en Nueva York para decirle que estaba sufriendo una crisis nerviosa. Notaba que se le había ido la cabeza, no podía permanecer en el lugar que estaba y no era capaz de regresar a casa.

Durante cuatro horas Joy intentó desesperadamente averiguar qué había ocurrido. Al final abandonó y se limitó a esperar.
"Acosté a los niños. Por primera vez en mi vida me sentí desesperanzada; por primera vez en mi vida mi orgullo se vio obligado a admitir que, después de todo, no era la dueña de mi destino, el capitán de mi alma... Todas mis defensas, los muros de vanidad y arrogancia detrás de los cuales me había ocultado de Dios, desaparecieron momentáneamente.

Y entonces entró Dios. Había otra Persona acompañándome en la habitación, presente en mi conciencia, una persona tan real que toda mi vida anterior me pareció un simple juego de sombras. Comprendí que Dios siempre había estado allí y que yo, desde la niñez, había dedicado la mitad de mi esfuerzo a echarlo. Mi percepción de Dios duró al menos medio minuto. Cuando se desvaneció me vi a mí misma de rodillas y rezando. Creo que he debido ser la atea más sorprendida del mundo."
Cuando Bill Gresham regresó finalmente a casa aceptó la experiencia de su mujer sin cuestionarla, en gran parte porque él mismo se había empezado a interesar por lo sobrenatural. Juntos comenzaron a estudiar los rasgos generales de la teología.

Joy pensó en convertirse en una judía practicante de la persuasión "reformada", pero después se decidió por el cristianismo. En 1948, Bill Gresham, asustado por su alcoholismo, rezó pidiendo ayuda. "Y mis oraciones fueron escuchadas", escribió en 1951. "Hasta la fecha no he vuelto a probar ni gota". Eso supuso el estímulo definitivo para aceptar el cristianismo y, tanto él como Joy, se hicieron presbiterianos.

Ambos empezaban a tener cierto éxito como escritores. La primera novela de Bill Gresham, "Nightmare Alley", se publicó en 1946. Se vendió bien y fue llevada al cine. La segunda novela de Joy, "Weeping Bay" (que trataba de las miserias de una comunidad empobrecida en Canadá) salió a la luz en 1950 y recibió buenas críticas. En 1951 ambos contribuyeron explicando su conversión al cristianismo en una antología protestante (These Found the Way, Thirteen Converts to Christianity).

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Crisis matrimonial y mudanza a Inglaterra

Sin embargo, el matrimonio seguía teniendo sus dificultades y en 1952 Joy decidió marcharse a Inglaterra con la esperanza de que algunos meses de separación les sirvieran de ayuda. Durante su viaje por Inglaterra, CS Lewis la invitó a Oxford y ofreció una fiesta en su honor en el Magdalen.

En 1953 Joy volvió a Estados Unidos con su marido Bill, pero era evidente que su matrimonio estaba roto. Él admitió el divorcio por deserción. [Desde un punto de vista católico -cosa que ni Bill, ni Joy ni Lewis llegaron a ser nunca- hay que tener en cuenta que ella había sido su segunda esposa y que, de hecho, no se habían casado mediante rito cristiano.]

Joy volvió a Inglaterra con sus dos hijos, primero a Londres pero ya a final de año se establecieron en la casa de los hermanos Lewis, The Kilns. [desde agosto de 2008, declarada patrimonio histórico de Gran Bretaña] C.S.Lewis dedicó El caballo y su muchacho, el cuento de Narnia que estaba escribiendo entonces, a los dos niños de Joy.

En 1955 Joy publicó un libro sobre los diez mandamientos aplicados al lenguaje y la vida contemporánea. Se titulaba "Smoke on the Mountain" y puede leerse íntegro en inglés aquí: http://www.worldinvisible.com/library/davidman/smoke/smoke.c.htm .
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C.S. Lewis escribió el prefacio, señalando varias características de Joy: era una judía llamada por Dios, como Abraham; había sido atea y comunista; trataba -como cabría esperar de una judía- de la ley. Era americana, y escribía como tal, de forma desinhibida. Y denunciaba el pecado de cobardía, el vivir con miedo de los cristianos, sin osar dar testimonio. También la tentación del Estado de dominarlo todo, la superstición aplicada a la ciencia, la idolatría de las riquezas... Un tratado sobre los mandamientos es inevitablemente un tratado sobre el pecado.

En este mismo año de 1955 C.S Lewis escribió el libro que consideraría su mejor obra: "Mientras no tengamos rostro", una novela entre histórica, fantástica y psicológica que reelabora el mito de Psique y Cupido. Muchos consideran que la protagonista, la princesa Orial, se inspiraba en parte en Joy Davidman. Una mujer con velo, oculta, que sólo al final aprende a verse a sí misma como es.

El amor entre C.S. Lewis y Joy Gresham

Parece que fue en la primavera de 1956 cuando la amistad entre el solterón C. S. Lewis, con sus 58 años, y Joy Davidman (ex- Joy Gresham) se convirtió en amor. Al principio parece que ni ellos lo aceptaban. El 23 de abril de 1956 se casaban "por papeles" en una oficina de registros de Oxford, sin ceremonia. Cada uno fue a su casa. Era un truco legal para dar papeles de residencia británica a la americana Joy. "Amistad y burocracia", le dijo Lewis a su amigo Lancelyn Green.

Se mantuvo la "boda" en secreto: sólo lo sabían su hermano Warnie, el escritor Owen Barfiel y muy pocos más. Ni siquiera J.R.R. Tolkien, gran amigo de Lewis lo supo, y cuando se enteró se sintió muy molesto, tanto por el matrimonio como por el secretismo. Para Lewis, no se trataba de un matrimonio, en sentido cristiano, sino de un truco que usaba la burocracia estatal para ayudar a una amiga.

Pero los acontecimientos cambiaron eso. Diagnosticaron cáncer de huesos a Joy en otoño de 1956. Y entonces comprendieron que entre ellos había más que amistad, había amor. Lewis admiraba a Joy, su forma de afrontar el cáncer con entereza: "habla de la enfermedad y sus fluctuaciones como si estuviese describiendo las experiencias de una amiga suya". Posteriormente, cuando ella muriera, el mismo Lewis escribiría "Una pena en observación", analizándose a sí mismo y su proceso de duelo, su enfado de viudo contra Dios, su desesperación y posterior serenidad.

Se casaron por el rito anglicano en la cama del hospital el 21 de marzo de 1957. La escena, emocionante, es recogida -como toda la historia de amor entre ellos- por la película de Richard Attemborough "Tierras de Penumbra" ("Shadowlands", de 1993, con Anthony Hopkins y Debra Winger). El sacerdote era un antiguo alumno de Lewis. Tomó las manos de la enferma y rezó por su recuperación.

Pensaban que ella moriría muy pronto, y querían estar juntos como marido y mujer en su casa de The Kilns los últimos días que le quedaban. Lewis escribió sobre el estado de su esposa:

"Un fémur había prácticamente desaparecido y la cadera la tenía parcialmente destruída. El cáncer se le había extendido a la otra pierna y al hombro."

Un tiempo de gracia

Sin embargo, como un milagro, con el traslado al hogar matrimonial la enfermedad que pensaban terminal se detuvo. Dejaron de aparecer manchas de cáncer. La fractura del fémur cicatrizaba. En septiembre de 1957 ella podía caminar cojeando con un bastón. Y en verano de 1958 escribía a una amiga: "mi caso se ha detenido por el momento".

Warnie, el hermano de C.S. Lewis, escribió en su diario de noviembre de 1958: "una recuperación que ha sido un completo milagro, admitido incluso por los doctores".

Y Lewis se descubrió a sí mismo perdidamente enamorado: "hace años, cuando escribí acerca de la poesía amorosa medieval y la describí como extraña, poco creíble, religión de amor, estaba tan ciego que sólo supe tratar ese tema como un fenómeno literario. Ahora es muy distinto", escribió.

Fue como un tiempo de gracia, una coda gratuita antes del final. En octubre de 1959 volvieron a aparecer las manchas tumorales en las radiografías de Joy. "¿Se puede pedir sin presunción un segundo milagro", preguntaba Lewis a un sacerdote.

El abril de 1960, pese a los dolores, volaron hasta Atenas, un deseo que Joy siempre había tenido. Al volver, tuvo que hospitalizarse. Edith, la esposa de J.R.R. Tolkien, una mujer sencilla y nada académica, la acompañó en esta fase en el hospital, y entablaron amistad. El 20 de mayo extirparon a Joy el pecho derecho. En junio aún tenía fuerzas para salir a cenar con Lewis a un hotel.

La noche del martes 12 de julio, el matrimonio Lewis estaba en casa jugando al Scrabble. Hablaron largo y tendido, con mucha tranquilidad. A las 6.15 de la madrugada, Joy gritaba por los dolores. La ingresaron en una clínica. A las 11.20 murió.

Joy y Dios en Lewis: después de la muerte, la intimidad

En su libro duro, triste, sincero, sobre su proceso de duelo, "Una pena en observación", Lewis anotó las últimas palabras de Joy, dirigidas al capellán del hospital. "Estoy en paz con Dios", dijo la que había sido judía atea, materialista y comunista. "Luego sonrió, pero no a mí", dice Lewis. "Poi si torno all'eterna fontana", "y después se volvió a la fuente eterna", anota Lewis.

Lewis sufrió una etapa oscura. Durante un tiempo temió que fuese verdad algo que ya había considerado en su juventud: que Dios existiese, sí, y fuese realmente cruel, malvado. Pero con el tiempo llegó a otra conclusión. ¿Cómo amar a Joy, ya muerta, viva pero lejana, y a Dios?

"H. -Joy- y todos los muertos son como Dios, amarla a ella se ha convertido, dentro de ciertos límites, como amarle a Él. En ambos casos tengo que hacer que el amor abra sus brazos y sus manos a la realidad, a través y por encima de mis pensamientos e imaginaciones. No debo conformarme con la fantasmagoría misa y adorarla en lugar de Él, o amarla en lugar de ella. No mi noción de Dios, sino Dios. No mi noción de H., sino H."

Y en las últimas páginas Lewis escribe la experiencia, mística si se quiere, que le dio consuelo:
"Lo que hace que la experiencia de anoche merezca ser registrada es su calidad, ni por lo que prueba, sino por lo que fue en sí misma. Estuvo en realidad sorprendentemente exenta de emoción.

No fue más que la impresión de que su intelecto [el de Joy] se enfrentaba momentaneamente con el mío. Algo que no tiene nada que ver con la re-unión arrebatada de los amantes. Mucho más parecido a lo que sería recibir una llamada por teléfono o un telegrama de ella para resolver una cuestión práctica. No porque encerrase ningún mensaje, simplemente inteligencia y atención.

Nunca, bajo ningún estado de ánimo, pude imaginarme que los muertos fueran tan al grano. No obstante, se produjo una suprema y jubilosa intimidad. Una intimidad que no se había abierto camino ni a través de los sentidos ni a través de las emociones. Me pregunto si no consistirá el amor en este tipo de intimidad".

He buscado en you tube un trailer de la película "Tierras de penumbra". Hubiera preferido otro en el que se ve la vida de C.S. Lewis y de Joy, pero sólo he encontrado este.

jueves, 2 de octubre de 2008

Eduardo Verástegui defiende la vida.

Estamos en plena campaña mundial en la que, por todos los medios, se quiere imponer un modo de vida que pasa por encima del más debil. A muchos les faltan argumentos y se ven bombardeados por juegos de palabras. Eduardo Verástegui, actor mexicano afincado en Estados Unidos, presenta un video muy duro. Aqui no hay palabras. Aqui se exprresa la realidad de los millones de asesinatos que se perpetran cada año, a través de la imagen. Dura imagen, en momentos hiere la sensibilidad y se querría evitar seguir mirando. A mi me ha valido la pena y, a pesar de la dureza, me ha parecido conveniente colgarla en el blog. Después de verlo, ¿alguien puede continuar pensando que no hay "persona humana" sino un saco de células?.