viernes, 8 de febrero de 2008
Dos mujeres yemeníes hablan de su país.
Foto superior la escritora Zubair. Foto inferior la artista Nasiri.
SITUACIÓN DE LA MUJER EN YEMEN
"Hace 18 años iba a la universidad sin pañuelo. Ahora no puedo salir a la calle sin él"
La artista Nasiri y la escritora Zubair denuncian el retroceso de los derechos en su país
Actualizado jueves 07/02/2008 14:26 (CET)
JOSE M. BUSTAMANTE. (EL MUNDO DIGITAL)
Insertada en el sur de la península arábiga, fronteriza con la poderosa Arabia Saudí, la sociedad de Yemen es una de las más apegadas a la tradición en el mundo árabe. Este hecho afecta directamente a la situación de la mujer. Para esbozar un acercamiento a esa realidad, YO DONA ha entrevistado a dos de las voces femeninas más autorizadas del país.
Amna al Nasiri es una de las artistas más prestigiosas de Yemen, profesora de Filosofía en la Universidad de Saná y directora de la revista Tashkil (Plástica). La periodista y novelista Nabila al Zubair es una conocida activista a favor de los derechos de la mujer. Su novela 'Inho Jessadi' (Es mi cuerpo) ganó el Premio Naguib Mahfuz, convocado por el Gobierno de Egipto. Ambas han visitado España con motivo de unas jornadas sobre Yemen organizadas por Casa Árabe.
Nasiri y Zubair pasan revista a la cuota recién instaurada para reservar un 15% de los puestos públicos a la mujer, a la imposibilidad de salir a la calle sin hiyab (pañuelo)... Luces y sombras en un país donde la mujer sufre un constante retroceso en sus derechos ante el avance de los islamistas.
YO DONA. ¿Cuál es la situación de la mujer en Yemen?
AMNA AL NASIRI. Hace 20 años, la situación era mucho mejor. Desde luego que hay un fundamentalismo religioso que va en contra de las mujeres, dirigido por gente que no entiende correctamente el islam. Cuando yo estudiaba en la universidad, hace 18 años, podía ir sin el hiyab (pañuelo), ahora no puedo salir a la calle si no me lo pongo. No hay la misma libertad que antes. La mujer yemení no sólo se enfrenta a los problemas derivados de la religión. La mala situación económica del país tiene una gran influencia. Las revoluciones que sacudieron el mundo árabe hace tres décadas han fracasado, y eso hace que la población no crea ahora en nada. Mis padres, por ejemplo, creían en muchas cosas y luchaban por ellas. Hoy, las nuevas generaciones no creen en nada, ni siquiera se respetan a ellos mismos, y tampoco respetan la vida de las mujeres. En este sentido, hay un gran problema por la lectura que desde algunos sectores se hace del islam, es preciso reinterpretarlo dejando fuera la política. Creo que estamos en la misma situación que se vivía en Europa hace 500 años. Hay que separar la religión de la política, como se pedía en el viejo continente hace cinco siglos.
YD. ¿Cuáles son los mayores obstáculos en la vida cotidiana de una mujer yemení? Es difícil escoger uno solo... Todos los problemas actúan como un todo. Hay mucha gente que no considera a la mujer un ser humano completo, sólo un objeto sexual. También muchos islamistas opinan que la mujer debe quedarse en casa. Sin trabajar, sin estudiar, sin hacer nada. Y si ella estudia, debe hacerlo para ser profesora, médico... El Gobierno habla de igualdad, pero no ha hecho nada para que esa idea esté presente en la sociedad. Es verdad que hay dos ministras en el Gobierno, pero eso no es nada, porque nosotras somos el 60% de la población. Lo que hay que hacer es cambiar toda la sociedad, no acometer pequeñas modificaciones. Las autoridades han implantado una cuota, para asegurar el 15% de los puestos para las mujeres, pero yo no creo en esa medida. Si cambia la sociedad, la mujer no va a necesitar una cuota, llegará a los puestos por ella misma. Por eso todos los problemas hay que tratarlos en conjunto.
YD. ¿Están las mujeres yemeníes organizadas para luchar por sus derechos? A pesar de todo, Yemen no es Arabia Saudí. Las universidades son mixtas, no hay división entre hombres y mujeres. Hay muchos movimientos de mujeres, y son muy activos. Pero no soy optimista. Para construir algo, es preciso hacerlo junto con los hombres. No creo al cien por cien en el movimiento feminista, aunque lo apoyo porque hay que luchar por determinados objetivos. Pero la sociedad deber caminar toda unida, hacia adelante, porque si no cambiamos también la mentalidad de los hombres, no se va a producir ningún avance.
Yemen aparece últimamente en la prensa occidental por el terrorismo islamista. ¿Cuál es la situación? Sí, es un gran problema. Veo las noticias en televisión, hablo de ello con mis amigos en Europa, pero no he visto a los terroristas en Yemen. El país está tranquilo. Yo creo que forma parte de un gran juego político internacional, que va más allá de cada país. Desde hace 20 años, los partidos islamistas son cada vez más fuertes en Yemen, y están logrando cambiar la mentalidad de la gente, pero es un fenómeno que supera al Gobierno de Yemen. La lucha contra el terrorismo ya no depende de nosotros. Y no sabemos todo acerca de ello. Es un juego sucio. ¿Por qué antes EE. UU., por ejemplo, les apoyaba y les necesitaba? Así consiguieron fortalecerlos. Nosotros, los ciudadanos de los países árabes, somos los que al final pagamos este juego.
YD. Yemen estuvo dividido hasta 1990 en dos mitades: el norte, pro occidental, y el Sur, pro soviético. ¿Qué queda del presunto sistema igualitario marxista de esa época? No lo hubo en la Unión Soviética. ¿Podría haber existido en Yemen? Lo sé, porque estudié en Moscú durante 10 años.
YD. Usted es una de las artistas más reconocidas en Yemen. ¿Qué papel cree que puede jugar el arte para cambiar la sociedad? Cuando empecé a pintar, lo hacía para disfrutar con mi trabajo. No me importaba lo que la gente pensaba de mi obra. Luego cambié de opinión. Me hice famosa y empezaron a acudir muchas personas a ver mis exposiciones. Mostraban mucho respeto, aunque no entendieran los cuadros. He vistó cómo algunos padres le decían a sus hijas que ellas debían ser como yo cuando se hicieran mayores. Que yo tenía algo que aportar a la sociedad yemení, al país. Que sigo en Yemen cuando podría estar viviendo en cualquier otro país. Por otra parte, y como profesora en la universidad, trato de cambiar la forma de pensar de mis estudiantes poco a poco, para que sean libres. Cuando todo alrededor es horrible, cuando hay guerra en Irak, en Palestina, en África, hay que hacer algo que sea agradable, bonito. Esta es una sociedad terrible, con una vida a veces horrorosa. Nosotros, los artistas, tratamos de mantener la belleza viva en este mundo. No se trata sólo de una idea filosófica, es de verdad muy importante.
YD. ¿Ha pensado alguna vez en abandonar Yemen si la situación empeora? No, no. Ya es muy mala.
YD. ¿No le importa tener que llevar el pañuelo? No, no me incomoda demasiado, es tan sólo un símbolo que me pongo para salir a la calle. Yemen es mi país, mi gente, mi familia. No puedo dejarlo. Tengo la oportunidad de mostrar mi arte en todo el mundo. No tengo problema. Mi familia es muy inteligente y me apoya.
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