sábado, 12 de abril de 2008

Artículo: "Humor y cerebro de mujer"


Humor y cerebro de mujer

Autor: Natalia López Moratalla
Fuente: Diario de Navarra, España
Fecha: 2008-04-09

“Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”, según el conocido título de Gray. Diferencias planetarias al margen, ellos y nosotras convivimos en la Tierra con muchos puntos en común y algunos en franca diferencia. Aprovechando que la alegría cotiza al alza y que hoy celebramos el Día Internacional de la Mujer, el sentido del humor también merece una reflexión. Sí, sí, el humor es algo muy serio. Tanto, que neurocientíficos de la Universidad de Stanford afirman que es necesario el largo viaje entre Marte y Venus para comprobar la diferencia con que ellos y ellas perciben el mundo. Aunque alguien pueda tomarlo a broma, la explicación aparece, tal cual, en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Hombres y mujeres usan de forma distinta el cerebro para percibir y apreciar el humor. En primer lugar, la apreciación del humor supone percibir una incongruencia, para lo que son necesarias varias estructuras de la corteza cerebral, la capa “fría” del cerebro que integra y analiza. Ahí, en las zonas implicadas en el procesamiento del lenguaje, las que participan en la comprensión semántica de lo coherente, no se aprecian diferencias entre sexos. Los gráficos de PNAS muestran cómo se “iluminan” las mismas zonas cuando se les presenta durante seis segundos un chiste dibujado, otro después de pocos segundos, y así sucesivamente. Incluso no hay diferencias en lo que encuentran divertido los hombres y las mujeres. Por tanto, la respuesta al humor presenta características universales.

Ahora bien, las mujeres activan regiones específicas del cerebro en mayor extensión que los varones cuando se les presenta un estímulo humorístico. La estrategia femenina, que tanto desconcierta a los hombres, tiene siempre y para todo un paso adicional por el lado derecho de la capa “caliente” del cerebro. El sentimiento de diversión, o de tedio, o incluso malestar, requiere estructuras subcorticales, de la segunda de las tres capas concéntricas. Es ahí, en el sistema límbico, donde los pensamientos se tiñen del color de la emoción. Y se tiñen con dopamina, que en ellas se fabrica en más o menos cantidad según el grado emotivo y así confiere la correspondiente intensidad humorística a un chiste. Para los hombres no cambia la cantidad de tinte emotivo: basta el conocimiento “a secas”. Pero eso sí, para ambos lo chistoso es gracioso.

Menos tensión y más alegría

Esa misma diferencia de estrategia cerebral, ese paso obligado para el cerebro femenino por el terreno de las emociones, es lo que suele producir el desconcierto mutuo ante la descripción de “¿por dónde se va a tal sitio?”. Ella dirá: ve hacia arriba, hasta la tienda de bolsos que hace esquina; y gira a la derecha, hasta llegar a la casa de tejado verde. Él se limitará a medir en metros o kilómetros, hacia el norte o el sur…

Siempre hemos sabido que ellos suelen tener más sentido de la orientación espacial. Gracias a las neurociencias sabemos por qué. Un equipo de investigación en neuroimagen, compuesto por alemanes, canadienses y suizos, estudió qué ocurre en el cerebro de unos y otras mientras realizan una actividad de rotar mentalmente objetos geométricos en tres dimensiones. Sus conclusiones aparecieron en la revista científica Neuropsychologia. Las mujeres utilizan los dos hemisferios para casi todo, mientras que los hombres usan predominantemente uno: el lenguaje a la izquierda y la habilidad visual-espacial a la derecha. En el derecho de la mujer el terreno que emplea para el lenguaje compite con la orientación espacial.

La estrategia masculina es de “construir” manipulando mentalmente el objeto, a fin de reorientarlo en el espacio (lado izquierdo); la femenina es más de “recuerdo y reconocimiento” (el derecho). Para ir hacia Venus él necesita planos interesterales; ella, con un par de detalles de los que conmueven irá y volverá de Venus a Marte sin perderse.

Bien comprendida y aplicada en la vida cotidiana, la investigación neurocientífica supone una gran ayuda para armonizar las relaciones personales entre hombres y mujeres. Por extensión, un buen uso de este conocimiento favorece unas relaciones sociales menos tensas: con más alegría y sentido del humor.

1 comentario:

Joan dijo...

Muchas gracias, Mercè: es muy interesante y entretenido!